A quien lo quiera leer
y yo se lo permita.
SEBASTIÁN TOLOSA CERNICHARO
Domingo, 30 de octubre de 1988 a las 3’00h
Comienzo este día en esta noche desasosegada, un diario, que
no va a ser diario, sino un periódico que no publica sus noticias todos los
días, sino solamente cuando haya algo que sea lo suficientemente importante
para ser escrito.
Hoy, como acabo de decir, y no para siempre, como suelo leer
en algunos diarios en sus primeras líneas, empiezo a descifrar algunas notas
que pueblan mi cabeza.
Sólo veo que un peligro acecha, una nube borrascosa que comienza
a oscurecer una correspondencia, un
comienzo cuesta debajo de aburrimiento y apatías que desde hace casi tres años,
no ocurría de forma tan persistente como lo está haciendo en las últimas
semanas.
Parece demostrarse que cuando crees que estás llegando a los
últimos peldaños de cada piso en un edificio, resulta que sin darte cuenta,
estás de nuevo en otro nuevo primer escalón. Aunque cada vez que caes, lo haces
con mayor bagage de experiencia, pero volvemos a tropezar de nuevo en el mismo
obstáculo de la vez anterior. No quiero ni me atrevo a aventurar nada, lo que
quiero decir hoy, es que algo está pasando.
Parece ser que mi egoísmo y autosuficiencia salen a flote con
los años. Cada vez soy más realista y materialista y poco a poco más cómodo y
apático para con los demás, quizás debido a que los demás no responden como
deben.
De momento creo que este es el quid de la cuestión, no creo
que sea por otra cosa y además me siento impotente para realizar un cambio en
estos aspectos. Por eso digo “ya veremos” porque “con el tiempo y una caña todo se alcanza”, o
todo se soluciona.
Por hoy creo que es suficiente, y espero que no sea la última
vez que escriba en este diario. Quisiera que albergase tanto las experiencias e
ideas positivas, como las negativas.
Hace tiempo comencé un diario en una pequeña agenda; aquello
correspondió a un periodo de los años 70
en el que se produjo un importante suceso en mi vida; aquellos papeles que
recogían momentos felices y también amargos, quedaron traspapelados entre otros
enseres y desaparecieron. Se trataba de una simple transmisión de lo que hacía
cada día de aquellas fechas.
Hoy es un día un poco triste para mí, pero es un gran día, o
mejor dicho, una gran madrugada.
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