jueves, 27 de agosto de 2020

FERIA COVID 2020.

FERIA COVID 2020
Papelillos de colores intentan remolinear entre los pasos tristes de una feria que espera tiempos mejores.  La pólvora y las imágenes cegadoras de la pirotecnia que siempre invocan la  lozanía de la juventud, la creación, la frondosidad,  la descendencia, la fertilidad… quedan reservadas en nuestro almacén de los buenos recuerdos y los anhelados deseos. El humo de los churros, el espeso chocolate de madrugada, el caldo reciclado  del pollo a l´ast, la fritanga,  las bebidas espirituosas, el renacer  de las pituitarias ante los aromas de otros mundos y las músicas  que hacen danzar a la tribu, tendrán que aguardar.  El roce, los abrazos, la empatía, los amores platónicos,  los tempranos, los tardíos o pasajeros y  los nunca consumados, quedan proyectados en el cine de las sábanas blancas. Las sonrisas,  se congelan tras la máscara,  pero los ojos hablan…  lo dicen todo, y en secreto,  permanecen los mensajes guardados, en el cajón del recibidor. La prudencia, la esperanza, la lucha activa y la paciencia serán nuestras aliadas en esta batalla. Un saludo.
Sebastián Tolosa Cernicharo. Agosto 2020.

martes, 25 de agosto de 2020

DESARRAIGO Y EGOISMO EN LA ESPAÑA VACIADA.



DESARRAIGO Y EGOISMO EN LA ESPAÑA VACIADA.

Nació en la llanura seca y pobre. Su familia sobrevivió a las crisis desde la agricultura de subsistencia, trabajando de sol a sol sin saber lo que eran unas vacaciones, ni  siquiera un fin de semana. Cuando salió de allí para estudiar, se hizo urbanita, intelectual y burgués. Vuelve a sus orígenes solo en fechas señaladas y a veces por obligación. Le gusta que le saluden por la calle. Agradece la cercanía y el calor de la gente rural.  Cotidianamente, en su burbuja, está  rodeado de bienestar, tecnología  y comodidades. Cuando regresa, le gusta ver que la vida en el campo  ha avanzado, pero a la vez quiere que todo permanezca intacto, como siempre, tal y como lo vivió en la infancia y juventud. Presume y fanfarronea en su pueblo, porque es de allí y le gusta decirlo. Anclado en el pasado, habla de los acontecimientos pretéritos  a base de apodos y anécdotas de antaño,  de antonomasias, de estereotipos familiares y de visiones ancestrales y particulares de clanes, que seguro, han evolucionado, pero  parece que todo  duerme paralizado  en el tiempo, dentro de la memoria de este huésped de conveniencia.  Pero no quiere permanecer más de lo justo y necesario, pues le agobia la apatía y la rutina impasible que se respira, ya que en invierno desde que oscurece, no se ve a nadie por las calles. En los comercios se siente vigilado y criticado por lo que compra o deja de comprar e  incluso por ser “de quien” es. En los bares están los cuatro asiduos de siempre, esperando nuevas noticias para expandirlas rápidamente,  desde saber de dónde viene  o adónde va, hasta banalidades como  el tiempo que hace o que va a hacer al día  siguiente según la puesta de sol o la forma de las nubes. Quiere estar cerca de los servicios sanitarios, culturales  y de ocio, pero a la vez espera que la gente no salga huyendo de aquí. Desea que su localidad natal tenga movimiento y vida, que se oiga el griterío de los niños en el parque y que se escuche a la gente hablar cuando están tomando el fresco. Pero él se va, que esto es un desierto. Tiene el trabajo en la ciudad. Y cuando se jubile seguirá igual, en la urbe que le protege, porque allí en la aldea, está seguro de que se aburrirá, aguantando  a los mismos depredadores que soportó en la vida, derrochando el tiempo sentado en un banco, con sus discursos rancios de política, contando una y otra vez sus trueques, artimañas y negocios,  soportando sus imaginarias hazañas y sus reales cabezonerías, o contemplando un vaso de vino en la barra de un bar y observar como se vacía y se vuelve a llenar, royendo cuatro cacahuetes, mientras alguien se le arrima y le da la murga o el camarero le va dando la razón a lo poco que dice o puede decir.
El que tiene un pueblo tiene un tesoro.
Sebastián Tolosa Cernicharo. Agosto de 2020.