lunes, 14 de septiembre de 2020

AMIGOS PARA SIEMPRE.

 AMIGOS PARA SIEMPRE.

Amigos para siempre en el recuerdo. Cánticos de unión fraternal, de libertad, de juventud... rimas que hoy no encuentran los renglones donde estaban presas. La soledad de siempre, el egoísmo de antaño, continúan su escalada a pesar de los momentos de gloria y resplandor. En definitiva, no quedan ni las cenizas de aquello que el azar y el lugar en que nos tocó jugar la partida, pusieron en consonancia los elementos necesarios en tiempos de juventud.

Y hoy, cada cual, en su bujío con su camada y su cortejo, va capeando el temporal. Es lo de siempre y lo de ahora.

Amigos que eran inseparables, ahora no soportan verse de lejos, ni aguantan por un minuto el oír hablar de sus éxitos o fracasos. 

Otros, que siempre estuvieron en disputa, hoy comparten deudas y secretos íntimos. También los oportunistas  mantienen su inquietud y colman lo que alberga la línea de su entrecejo y llenan sus alforjas.  Y del mismo modo, los que ni pinchan ni cortan, como el viento que viene y va, según el capricho de Eolo.

Los abrazos, los golpes de pecho y espalda, aguardan su momento, para cuando el tiempo nos coloque  alrededor de la lumbre, y la rabia y la envidia hagan a los ojos reventar en lágrimas. 

Pero no habrá pan, ni con qué mojarlo, solo será otro momento pasajero que asciende como la espuma de una gaseosa, para diluirse en el aire de la estancia.

Después de aquella carrera vertiginosa en la que la alegría  y el miedo nos hizo volar a saltos en un huerto, huyendo del brazo de la cordura, compartimos los riesgos de la locura de la juventud, la alegría de vivir, las reuniones acompañadas de humildes manjares y bebidas espirituosas, y así, poco a poco llegaron los primeros amores, y los segundos... que tras el calor del verano y la frescura de la lluvia otoñal, fueron originando el poder de los matriarcados, y como en los cuentos de hadas, se iba desconfigurando el hechizo de la lozanía y de la energía, que desde ese momento  colocaba a cada cual a su deriva y en la amplitud del océano, con la rutina de la vida, el trabajo, el bienestar y la procreación. Hasta que en la mitad de lo que debería ser la vida humana, un rayo de luz nos volvió a atraer y vimos que nos habíamos multiplicado, que a pesar de haber vivido y cambiado, incluso había  conexión entre factores y productos, y que sobrevivía  una cierta armonía que parecía soplar de nuevo la vela mayor. Un espejismo en la árida estepa .

Sebastián Tolosa Cernicharo, septiembre de 2020.