viernes, 30 de diciembre de 2016

Lo que 2016 dio de si



LOS TIEMPOS ESTÁN CAMBIANDO

Antaño, los niños y niñas salían del cole por la tarde y a los cinco minutos iban hacia el punto de encuentro llevando un bocadillo de media barra de pan con embutido o con chocolate en una mano y con la otra conducían la bici. Y los que iban a pie lo hacían dando a la vez patadas a un balón o saltando la comba. Ahora, en vez de bocadillo, llevan un smartphone y van chateando a la vez con un montón de gente o jugando con video juegos,  como el de cazar Pokemon por las calles, y van como sonámbulos, a pique de arrollar a alguien o de que los atropelle un vehículo.
Antes, de joven, cuando ibas por la acera y venían personas de frente, te bajabas o dejabas la parte buena, la de dentro, si era lo suficientemente ancha para ello. En estos tiempos, si vienen los muchachos por la acera, quien se tiene que bajar de nuevo eres tú, y además, ni te miran,  y menos, te saludan, porque van absortos con el móvil en la mano o escuchando música de sus auriculares. Del mismo modo, casi ninguno cae en ceder, en un local o autobús, el asiento a unas “canas” a menos que  otro cliente harto de estar allí, se acuerde de que tiene que volver a casa a comerse el hervido o a sacar la basura.
Cuando éramos  jóvenes se decía, ”disfrutas más que un tonto con un lápiz o con un transistor”.  Ahora los chicos y chicas no pueden vivir sin estar conectados, y sin embargo pasan largos ratos juntos sin  nada  que decir ni apuntar, y me recuerdan a ese personaje con el lápiz o el transistor todo el día pendientes de él, como hace unos años, cuando había que cuidar del tamagotchi. El teléfono portátil, un gran invento que lleva de todo; linterna, cámara de fotos, brújula, termómetro, radio transistor, agenda y hasta puedes  hablar por teléfono, que es para lo que inicialmente se creó, e incluso hacer una videoconferencia. Para qué quieres más… solo le falta llevar navajilla, un siete usos, pañuelo y peine, y así disfrutar de lo lindo, y además hacerte  compañía en tus momentos de soledad. Y por extensión, también nos hemos contaminado de estas costumbres; cuando vamos al aperitivo llega el camarero a  solicitar la comanda y tiene que alzar la voz, porque cada uno de nosotros está con su aparatito y las conversaciones entre los comensales pierden fuerza o incluso se anulan, reduciéndose a mostrar a los demás algún vídeo gracioso que acaba  de entrar o cualquier imagen que  desemboca en una carcajada y media, para seguidamente comerte en silencio tu parte y repartir al final la suma.
Otra cosa, es lo de salir tarde para acostarse temprano, no como en otros tiempos, que salíamos temprano para acostarnos tarde. Los horarios han cambiado y también la forma pasar el tiempo libre y en  concreto “el beber” sin sed. La litrona y las pajitas era algo que ya se iba instaurando, como los calimochos y los restos de costumbres populares como hacer una  paloma, una cuerva o un nicoplás, pero también existían como hoy, los cubalibres a buen precio, servidos en la barra de un bar o de la discoteca. Hoy, cada uno, poniendo de excusa, con razón o sin razón, la tan socorrida crisis, se prepara su botellón y aprovechando el empuje social que dimana y fomenta, se infla a cubatas en un descampado, y a continuación, entrar a varios lugares de  “marcha”, para terminar la noche bebiendo agua mineral y pegándose un buen almuerzo de madrugada (lo cual comparto, porque no es bueno irse a la cama sin cenar) cuando el sol ya estorba a unos ojos que no han visto  aun las sábanas de la cama.
En realidad, los tiempos cambian y nosotros también junto a ellos.


Sebastián Tolosa Cernicharo    Octubre de 2016



DÍA PRIMERO DE NOVIEMBRE DE 2016

El día de Todos los Santos, en mi visita al cementerio, me encontré por casualidad con un pariente mío, que buscando la tumba de sus bisabuelos, se le ocurrió comentar con visión retrospectiva en este día otoñal, que casi siempre nos acompaña con frescos rayos de sol equinoccial, que de niño visitaba este lugar con sus amigos, pero hoy, en estos tiempos, no veía ninguno, preocupándose además de si iba a recibir flores  de sus hijos o nietos cuando reposara aquí para la eternidad.
Y me ha hecho rememorar el recorrido que en nuestra edad pueril hacíamos entre los estrechos pasillos y calles que dejan entre sí unas tumbas con otras. Todo ello efectuado con la algarabía justa que permite el necesario silencio del camposanto para visitar las lápidas de los abuelos, la tumba del soldado desconocido o la parte de tierra reservada a los niños, que en anteriores épocas tenía más relevancia por la tan elevada  mortalidad infantil.
Nos deleitábamos al observar y leer;  los curiosos epitafios grabados sobre mármol o  granito, los datos sobre edades de fallecimiento, demasiado tempranas o longevas, las fotografías blanquecinas gastadas por la luz solar, las fechas, los nombres raros y las anécdotas que de un año para otro se iban alimentando con algún dato más de cosecha propia.
Igualmente siento y noto la soledad de ese reloj, parado en la hora exacta, de aquel panteón donde, junto a una percha de la que colgaba un traje nupcial, yacía el cuerpo inerte de una novia que en el día de su boda nos dejó. Otra más de las fatalidades, casualidades, accidentes, largas enfermedades, muertes de repente, el capricho del azar… que nos irán trayendo a los mortales antes o después al reposo absoluto. Y quizás oiremos la mencionada frase “es ley de vida” a la que recurrimos en los sinceros pésames mientras se rocía con agua bendita un cuerpo ya inerte que descansa en paz.
Mientras tanto, la rutina del enterrador, con su golpe seco de azada que se clava en la tierra, y la costumbre de familiares  visitantes con la limpieza o decoración floral que dedican a sus antepasados, entre los sollozos de unos y los cotilleos de otros, en este día tan “señalado” del almanaque.
Sebastián Tolosa Cernicharo

LA CONSULTA DE ACEBAL

Cuando se acercaba la fecha de la consulta del otorrino de la capital, se instalaba en la boca de mi estómago un dolorcillo que no cesaba hasta que me subía en “La Requenense” de vuelta al pueblo.
Cada vez que necesitábamos usar los servicios de la compañía “Médica de Albacete”, había que pedir la cita en unas oficinas  situadas en la Plaza del Altozano. Eran empleados al estilo del funcionario del siglo pasado, a los que no les afloraba la simpatía y el cariño por atender a la clientela. Una vez que tenías el “número”,  tocaba esperar. Era tan temprano para la ciudad que no se veían por la calle nada más que empleados municipales  barriendo y regando las calles y gente cabizbaja de camino al trabajo. Nos  quedábamos mi madre y yo haciendo tiempo en la entrada del edificio de la médica que tenía unas portadas  de barrotes  sin cristales por las  que se colaba el frío negro de las mañanas de Albacete, o bien íbamos al concurrido Bar Avión a tomar un vaso de leche caliente para entrar en calor.
Al llegar a la Plaza de La División Azul se divisaba, detrás del monumento a los caídos, el austero edificio cuyas  escaleras de mármol blanco subíamos  respirando aquel ambiente mezcla de olla de cocido casero y alcohol de clínica,  y llegábamos a la planta del doctor Manuel Acebal y su esposa la doctora o enfermera Avelina Lucía Polvorinos, que gestionaban aquello como  un negocio familiar.  Había dos salas de espera y no entendía por qué, quizás por separar a los que íbamos de compañías médicas y a los que iban de pago. Aparecían ataviados frente a la puerta  con una bata blanca hasta los tobillos y el espejo circular en la cabeza e iban llamando a los pacientes enfermos, alternativamente, desde el pasillo, con un tono de voz tan gastada a modo de cazalla, que cualquiera dudaría que eran especialistas en gargantas.

Tras los saludos pertinentes se hacía la religiosa entrega desagradecida e ignorada  de la pesada caja de galletas Cuétara, llena de productos dulces del pueblo; magdalenas y rolletes en su mayoría, para entrar a la consulta del famoso cirujano de anginas y vegetaciones,  donde daba la sensación de estar en la enfermería de una plaza de toros, con una iluminación bastante pobre, armarios blancos acristalados con utensilios acerados impolutos, ordenados en batería  y una silla de barbero en la que notabas el frescor del metal en cuanto ponías las nalgas en ella. Te preguntaba cuál era el motivo de la visita e iba contestando la madre, empezaba poniéndote la cuchara en la lengua apretando tanto que te hacía cantar por soleares para verte la campanilla. Lo que más odiaba eran los embudos de aluminio con orificio cortante  que usaba para verte los oídos, hacía tanta presión que se me  quedaba  dormido el tímpano, a la vez que dolorido, durante el resto del día.    
                                                                                               Enero de 2016


LA CUNA DE LA FANFARRIA

Es la hora del café de medio día. Van desfilando con  parsimonia los componentes de esta sociedad primitiva y se deslizan ante el mostrador sin pedir nada, ni decir las buenas tardes, solo una gestual mirada entre seria, segura y con la simpatía justa, es indicadora de que proceda el diligente repostero con su labor de servir el deseado café expreso o infusión cotidiana de rigor.
La postura erguida, paso garboso y marcial y cejas elevadas en la frente, como queriendo llegar con la  coronilla al alto techo de este rancio salón, al estilo de las residencias de oficiales de la armada, buscando  una salida por los arcos de los amplios ventanales y perder la mirada en un punto exterior… es lo que acompaña a los veteranos clientes.
Seguidamente, cada cual a lo suyo, sin mediar palabra, se elige la cotidiana mesa de la suerte y sentados firmemente, frotándose  previamente las manos  al estilo de los cirujanos antes de  intervenir, organizan las singulares partidas. Unos, observadores con la silla de brazos vuelta en postura casino, observan  con sigilo los movimientos de la baraja y fichas de dominó, otros, se quedan mirando la televisión fijamente, como esperando pasar la tarde sin que les duela nada. De fondo, se aprecia el sonido del molinillo de café y la vajilla que choca en el fregadero, el rebote del marfil de las bolas de billar francés, así como el ligero crujir de las páginas de los periódicos que al ondear, agitan suavemente el aire fresco que se respira en el lugar.
Un leve murmullo domina la estancia entre los golpes de puño, al soltar la carta ganadora  o al propinar el seco golpazo sonoro de resina endurecida del seis doble,  estampándose contra la piedra de mármol que aguanta con soltura toda esta paliza diaria entre porra y porra.
Va transcurriendo la tarde, hasta que llegan las decanas féminas, que dan al salón un toque  ligero de lozanía y  algarabía, nunca visto hasta estas recientes fechas, pues era lugar exclusivo de empresarios serios, funcionarios, socios eventuales y hombres de la tierra, que acataban orgullosos la norma de vestir con decoro y estar al corriente de pago de la cuota.
Al caer el sol, algo “se cuece” en la cocina, los fogones se  ponen en marcha por si alguien osara probar  los clásicos aperitivos condimentados con el tradicional  picadillo de ajo, aceite y perejil, o algún que otro atrevimiento culinario que aporta la afición a las dietas anti-colesterol.
Se echa de menos el aroma del tabaco y la neblina correspondiente, así como el rechinar producido por el calor de la estufa de cáscara de almendra, o el conserje uniformado que se imponía cordialmente en la entrada; todo  ello daba al local una atmósfera de tertulia y de ambiente distendido, donde cada uno hacía de su capa un sayo y pasaba la tarde entretenido en lo que las oportunidades del momento le permitían.
En aquellos tiempos era el centro cultural de la villa; bailes de carnaval y de fin de año, conciertos de la banda de música, espectáculos de humor,  orquestinas que desde el balconcillo del rincón reverberaban en los  limpios muros de carga, y por supuesto, verbenas estivales  en el ajardinado patio pleno de enredaderas olorosas, mientras se amenizaban las veladas con piezas musicales en lo alto de un rococó templete a modo de cenador.                                                                                                                                                              Febrero de 2016



EL PREGÓN PECULIAR DE UN SENTIR PARTICULAR

Al instante de escuchar atentamente entre la multitud asistente el discurso de  aquella mujer sacrificada, me puse manos a la obra. Agradecí su intervención en  las redes sociales con estas palabras:
 “Una gran lección fue la que nos dio anoche Mari Flor en el pregón de las fiestas de la Virgen de la Cabeza. Si ya se quedó claro con el mensaje de Iñaki el año anterior ensalzando a nuestra patrona en todos los aspectos de la vida desde que tenemos uso de razón, en esta ocasión nuestra paisana ha elevado la temperatura de tal manera, que nuestros corazones se derretían al escuchar sus palabras envueltas en sollozos y transmitirnos su devoción y la idea necesaria de unir la fe al esfuerzo, al trabajo, al sacrificio y a la bondad en esta sociedad a la deriva en que esperamos recibir sin dar nada a cambio. ¡Enhorabuena y suerte!”
Los primeros recuerdos que llamaron a mi puerta fueron aquellas fotos que conservábamos en mi casa mezcladas y sin clasificar en una caja de zapatos, entre las que me encontraba yo, en el centro, cogido de las manos de mi madre y  mi padre en la  verde pradera del parque de la ermita, por la que en aquellos tiempos discurría el pequeño arroyo que manaba de la fuentecilla entre juncos y álamos blancos, y traspasaba la  arbolada carretera por debajo del puente donde antiguamente  había un lavadero improvisado, donde en los matorrales y arbustos se tendían las sábanas blancas que ambientaban el remanso de agua con el aroma a jabón casero.
Mi afición, si se puede llamar así, por la imagen de la Virgen de la Cabeza viene de  la religiosidad de mi padre, que respetaba las fiestas de guardar y recuerdo que en casa de mi abuela paterna tenían siempre un pequeño  altar o capillita donde le rezaban a la Virgen y a otros santos y santas. Además, contaba mi padre que era aficionado a portear a la Virgen en su llegada desde la ermita, pero se fue desengañando porque en la entrada al pueblo la gente se hacinaba entre las andas para llevarla por  las calles centrales y  con el fin de  evitar disputas y al ser un hombre de extrema prudencia, cedía el puesto a los ansiosos y fervorosos presumidos que sin haber sudado ni una gota,  la entraban  por la puerta grande a la iglesia, cuando el verdadero trabajo lo hacían otros que sin  relevo la acercaban al pueblo desde su morada.
Se cerró el ciclo cuando el día de su entierro lo citó postmortem el señor párroco en el oficio de difuntos al contar que le relató que en un viaje  que hicieron juntos había alcanzado la gloria al encontrarse con la virgen verdadera en la ermita de Andújar. Pero todo esto es agua pasada que  no mueve molinos.
Otro caso me ocurrió con mi suegra, que en paz descanse,  que era una gran devota de la Virgen de la Encarnación en Casas de Ves, así como de la Virgen de la Cabeza,  aunque en esto de las vírgenes no debe haber polémica, cada  pueblo tiene la suya y las celebraciones varían poco de un pueblo a otro, con las comidas y almuerzos en hermandad, misas, etc… aunque lo más emotivo venga siendo la entrada triunfal a la iglesia tras venida de la romería. La Virgen es la misma en todos lados, la madre de Jesucristo y la nuestra propia en el cielo.
Siempre veníamos a la romería el domingo y le gustaba oir la misa mayor que se realiza en la ermita a las doce del mediodía, y por supuesto recibirla en la iglesia  por la tarde cuando entre vítores, zarandeos y la marcha del himno nacional  se le llenaban los ojos de lágrimas. La única  queja que salía de sus labios era que  no se acordaban nunca de los devotos  que  no eran de Casas Ibáñez, y ante la frase  --“Ibañeses… viva la Virgen de la Cabeza”,  me miraba sonriente y me recordaba sin decir nada lo fanfarrones que somos. ­­--Y a los demás que nos parta un rayo… --refunfuñaba sin malicia y con una carcajada. Hoy desde hace un tiempo se va teniendo una visión más cosmopolita, una proyección más amplia y se le pregunta a la gente de dónde son. Todos sabemos que desde tiempos remotos acude gente de numerosos lugares con sus ofrendas, lamentos y esperanzas.
La llevaba en el corazón como un ibañés más o  como cualquier persona que sea admiradora de la tradición mariana, en concreto de esta imagen.
La celebración de esta fiesta religiosa la he vivido siempre desde fuera, nunca he sido un santurrón, aunque haya respetado el culto y de vez en cuando oiga misa o visite a  nuestra madre en la ermita. Tampoco me veo portando a nuestra señora en procesión,  ni siquiera trajeado, acompañando a las manolas que lucen bellos mantones y tejas bordadas a mano.
Mi acercamiento a la Virgen de la Cabeza se producía en la juventud cuando estudiaba la forma de poder colocarme en el mundo del magisterio de educación y llevar un régimen de estudio disciplinado y de concentración en las materias de la oposición, alternándolo con  el buen comportamiento en el  actuar correctamente con la gente  que me rodeaba. Era un diálogo constante con esa entidad etérea  e intocable  que me daba fuerza día a día. Además me imagino a aquellos soldados heridos, desarrapados y hambrientos que fueron atendidos en los hogares ibañeses de antaño y que sin olvidar el milagro que les hizo su virgencilla de Andújar, de calmar sus sudores y alimentar el espíritu, no dudaron  ni un momento en entregarla como agradecimiento, desprendiéndose de lo más valioso que tenían, que era el motivo de su fe.  Gran hazaña la de estos muchachos  que es la que nos trae el júbilo día a día en la ermita y las en las celebraciones  anuales.
Cuando te acercas a su rostro frente a frente  y la miras  fijamente para pedirle un deseo o petición, no te irradia la benevolanza que te da una imagen monjil que te dice, --no te preocupes que lo vas a conseguir, sino que, ese rostro moreno de andaluza despabilada y pelo anillado te está comunicando otras cosas, ente ellas, --no creas que por venir aquí lo tienes  logrado, tienes que trabajar duro, ser bueno, practicar el amor con tus semejantes, tener paciencia, contar  con  las dificultades que te vas a encontrar paso a paso, pero te ayudaré si te sacrificas y tendrás tu recompensa, pero no te garantizo nada.
Introduciendo por la ranura el pequeño óvolo necesario, enciendo una vela de estas artificiales que se han puesto de moda para evitar incendios, aunque el olor a cera en las ermitas sea uno más de los ingredientes necesarios con el objeto pedir fuerzas e iluminación para afrontar las dificultades. Y después  te vas a casa tranquilo por haber hablado seriamente con la jefa.
Y llega el día, el último domingo de abril; no tiene pérdida, la  mejor forma de quedar para una reunión, a nadie se le olvida. Estando en la cama de niño nada más romper la madrugada, ya se oían danzar los tractores con los cantares y voces de gente subida en los remolques con los utensilios para pasar una jornada de alegría asando chuletas y revolcándose en la hierba entre los juncos, mientras se oían las campanas de la ermita que volteaban y volteaban sin parar. Hoy ha cambiado el panorama, aunque el programa de actividades sea el mismo, al estar  emulando otras romerías cercanas, el montaje  se prepara con antelación de  dos días, y aquello parece más un asentamiento de los bárbaros que un almuerzo campestre en armonía con los tuyos. Y visitar la ermita, el trasiego de gentes de otros lugares que vienen a orar, a pedir fuerzas, y aspirar  el aroma  a flores que impregna el ambiente que se evapora por los rincones de los altares, a elevar una plegaria a  la madre. Y el reencuentro con aquellos que año tras año solamente los ves en este concreto lugar y en este día singular que  si no lo vives  piensas que  ha pasado un año en balde y parece que no transcurren los años.
El momento cumbre, tras la pausada y silenciosa procesión a ritmo de marcha,  es la entrada de la virgen en el templo con ese paso marcial y balanceo que le caracteriza, al son del himno español, entre la alegría y la llamada catedralicia de la campana mayor combinada con el ligero desafine de la del reloj. Aplausos, vivas, temores, anhelos, lamentos, secretos, que se entrecruzan en las bóvedas ciegas de la nave central, y ¿dónde van a parar? Cada uno lleva su cruz y busca fuerzas para  llevarla en estos momentos  en que todos vamos a una. Pero el culmen de la jornada es el canto del himno de la Virgen de la Cabeza, el pueblo al unísono y acompañado de los compases de la veteranía musical y el empaque de los vientos al son de una canción que combinada con la música surge una oración que es como el padre nuestro ibañés,  para momentos gloriosos, o en los que estás hundido en las miserias del alma, y como colofón,  los vivas sucesivos, en especial el de “Angelete”, al que nadie se adelanta. Y siguen sonando aplausos enfervorizados, tras esa melodía cantada a la que se le escapan matices de marcha militar y rasgos jazzísticos, entre el heroísmo y dramatismo de sus acordes, hasta que nos damos por vencidos y nos vamos a cenar.      
                                                                                                  Abril de 2016

 ¡Viva la Virgen de la Cabeza!


FIN DE LA FERIA    Ya corren las hierbas pinchosas por La Cañada, aún con restos de papelillos y envolturas que se resisten a la escoba. Quedan despojos de los herrajes, hatos y lonas de los feriantes y manchas de pringue que la lluvia disolverá, igual que se ha disuelto este tórrido verano. Y las ruedas de las mochilas volverán, a sonar sobre el asfalto y las estrías de las aceras, de camino al colegio, acompañadas de la algarabía de los críos.







jueves, 29 de diciembre de 2016

MUSICALMENTE HABLANDO

LA MÚSICA EN MI VIDA

MI GUSTO Y AFICIÓN POR LA MÚSICA TIENE UN PESO IMPORTANTE EN MI VIDA, AUNQUE COMO MÚSICO MI PARTICIPACIÓN HA SIDO COMO UN LIGERO PASEO. NO OBSTANTE, HA ESTADO PRESENTE A LO LARGO DE ELLA COMO MELÓMANO INCONDICIONAL DE ESTILOS Y MOMENTOS. DESDE JOVEN CUANDO IMITABA AL HOMBRE ORQUESTA QUE SALÍA EN TELEVISIÓN  TOCANDO CON LOS NUDILLOS DE ESPALDAS A UNA PUERTA, Y HACIENDO SONIDOS DE INSTRUMENTOS DE VIENTO Y PERCUSIÓN CON LA BOCA. 

CUANDO TENÍAMOS UNOS OCHO AÑOS FORMAMOS UN GRUPO "EL BABY TWIST" EN EL QUE YO TOCABA LA TROMPETA DE PLÁSTICO, EN CANCIONES COMO  "LA FIESTA DE BLAS" Y OTRAS DE NUESTRO PEQUEÑO REPERTORIO. TOCÁBAMOS EN LA TERRAZA DE MI CASA QUE DABA A UNA CALLE DONDE HABÍA UNAS AULAS DE FORMACIÓN PROFESIONAL, CUANDO  ESOS ALUMNOS SALÍAN AL RECREO ESTABAN PENDIENTES DE LO QUE TOCÁBAMOS, PUES APLAUDÍAN Y TODO.
EN EL COLEGIO CON LA  EGB SE POTENCIARON LOS ESTUDIOS DE MÚSICA, EN LOS QUE HABÍA HISTORIA DE LA MÚSICA, SOLFEO Y FLAUTA DULCE.AQUELLO ME GUSTÓ PORQUE SE ME DABA BIEN.

TUVE UN BUEN AMIGO QUE SUS PADRES TENÍAN UN SALÓN DE BAILE, JUAN MANUEL, QUE CONTABA CON UN PRIMO QUE TOCABA EN UN GRUPO, Y DEBIDO A SUS CONTACTOS, LE COMPRÓ UNA BATERÍA DE SEGUNDA MANO QUE TOCÁBAMOS EN ESE SALÓN. AMBOS NOS APUNTAMOS A LA ACADEMIA DE MÚSICA QUE TENÍA LA BANDA MUNICIPAL Y JUSTAMENTE CUANDO ACABAMOS LOS ESTUDIOS TEÓRICOS DE SOLFEO, NOS SALIMOS SIN DAR EXPLICACIÓN PORQUE NO NOS GUSTABA EL AMBIENTE QUE ALLÍ SE RESPIRABA. PENSÉ EN CONTINUAR ESTUDIOS EN EL CONSERVATORIO COMPAGINADO CON LA PERCUSIÓN Y OTROS ESTUDIOS ACADÉMICOS QUE ME DIERAN DE COMER PERO AQUELLO NO CUAJÓ.

CUANDO TENÍA 17 AÑOS, MIENTRAS CURSABA TERCERO DE BUP, ME OFRECIERON TOCAR LA BATERÍA PARA SUSTITUIR A OTRO QUE SE IBA A LA MILI EN UN GRUPO LLAMADO "LLAMARADA" EN CASAS DE VES, CON EL FIN DE ATENDER UN BAILE  DE VERBENA SEMANALMENTE LOS SÁBADOS Y HACER LOS CONTRATOS QUE SALIERAN AL EXTERIOR. ALLÍ ESTUVE TRES AÑOS Y DISFRUTÉ DE LO LINDO, PERO SE GANABA MUY POCO.



COMENCÉ LOS ESTUDIOS DE MAGISTERIO Y TUVIMOS LA SUERTE DE CONTAR CON UNA ASIGNATURA EN LA  QUE APRENDÍAMOS CANTO, SOLFEO Y FLAUTA DULCE, ASÍ COMO ALGO DE HISTORIA DE LA MÚSICA. TAMBIÉN SE ME DABA MUY BIEN ESE ÁREA.

EN ESTE MOMENTO, UN AMIGO QUE TOCABA LA GUITARRA, MANOLO, AL QUE YO HABÍA ACOMPAÑADO CON LOS BONGOS EN ALGUNA OCASIÓN Y SABÍA MI AFICIÓN, ME LLAMÓ PARA TOCAR EN UN GRUPO DE ARANDA DE DUERO "ORQUESTA  RÍO DUERO" QUE SE HABÍA QUEDADO SIN BATERÍA PORQUE EL QUE HABÍA ERA UN HOMBRE  MAYOR Y NO AGUANTABA LAS SESIONES CON SOLTURA Y TENÍAN CONTRATOS PARA TODO EL VERANO. ACCEDÍ CON MUCHA ILUSIÓN Y PASÉ UN VERANO FORMIDABLE E INCLUSO GANÉ UN  DINERO PARA MIS CAPRICHOS.
 También hacíamos de charanga para recoger a las damas de las fiestas y el baile vermut.

"ORQUESTA RÍO DUERO" TAMBIÉN "GRUPO SPRAY" EN ACCIÓN

A PARTIR DE AQUÍ, UN PARÓN, PUES VINO EL SERVICIO MILITAR Y AÑOS DE TRABAJOS VARIOS HASTA QUE  CONSEGUÍ PLAZA COMO MAESTRO DE EDUCACIÓN PRIMARIA.

EN EL AÑO 2004-05 SE CREÓ UN GRUPO DE MÚSICA EN EL COLEGIO SAN AGUSTÍN PARA AMENIZAR EL FESTIVAL DE NAVIDAD EN EL QUE SE INTERPRETARON CANCIONES DE LOS BEATLES Y DE LOUIS ARMSTRONG. LOS COMPONENTES ÉRAMOS FRANCISCO CUARTERO A LA GUITARRA,, FRANCISCO GARCÍA DÍAZ  A LA TROMPETA,  JOSÉ MANUEL CHACÓN  CON LA VOZ CANTANTE Y EL QUE SUSCRIBE, SEBASTIÁN TOLOSA CERNICHARO A LA BATERÍA.





EN LA FIESTA DE LAS CULTURAS DE ESTE AÑO HICIMOS TAMBIÉN ALGUNAS ACTUACIONES.


PASODOBLE

MUÑEIRA

EN EL AÑO 2016, TAL Y COMO YA HE RELATADO EN OTRA OCASIÓN, EL GRUPO ESPERANZA NATIVA QUE CARECÍA DE BATERÍA Y BAJO  LOCALIZÓ A FRANCISCO GARCÍA DÍAZ QUE ESTABA RECIBIENDO CLASES DE BAJO ELÉCTRICO Y ÉSTE ME LLAMÓ A MÍ PARA COLABORAR CON LA BATERÍA.








CON MOTIVO DEL CERTAMEN DE VILLANCICOS DE CASAS IBÁÑEZ, EL FLAUTISTA DEL GRUPO ESPERANZA NATIVA SE PUSO EN CONTACTO CONMIGO PORQUE NECESITABAN PERCUSIÓN PARA LOS VILLANCICOS Y ACCEDÍ. ADEMÁS AL VERME TOCAR EN LOS ENSAYOS LOS MIEMBROS DE OTRO GRUPO, EL CORO PARROQUIAL, PARTICIPANTE EN EL CERTAMEN ME PIDIERON QUE TOCASE CON ELLOS TAMBIÉN, LO QUE HICE GUSTOSAMENTE. IGUALMENTE EL CORO ME INVITÓ A TOCAR CON ELLOS EN UN FESTIVAL BENÉFICO EN ALBOREA  Y TAMBIÉN ME PROPUSIERON TOCAR UN REPERTORIO PARECIDO EN LA MISA DEL GALLO EN LA NAVIDAD DE 2016.


                          CARTEL ANUNCIADOR DEL CERTAMEN DE VILLANCICOS.






                          CARTEL ANUNCIADOR DEL FESTIVAL DE ALBOREA.




Y POR ÚLTIMO, COMO  FRANCISCO JOSÉ GARCÍA DÍAZ  DIRIGE LA BANDA Y EL CORO DE VILLARTA, ME OFRECÍ POR SI NECESITABA ALGO DE PERCUSIÓN PARA EL FESTIVAL DE INVIERNO, Y ME INCLUYÓ EN UN GRUPO FLAMENCO QUE ACOMPAÑABA  EL RECITADO  DE UNAS COPLAS  A LORCA.


CARTEL ANUNCIADOR DEL FESTIVAL DE VILLARTA





Y  HASTA AHORA ESTO ES LO QUE HA ACONTECIDO. TENEMOS OTROS PROYECTOS COMO EL HIMNO DEL COLEGIO SAN AGUSTÍN, QUE YA LO TENGO HILVANADO, UN MUSICAL SOBRE LA VUELTA AL MUNDO EN OCHENTA DÍAS CON MÚSICA EN DIRECTO, UN FESTIVAL DE PRIMAVERA EN ALBOREA Y OTRO EN CASAS IBÁÑEZ, ASÍ COMO LA CREACIÓN DE UN GRUPO  DE MÚSICA PARA TABLAO FLAMENCO.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

CON ESPERANZA NATIVA

                           

 EL RETORNO   


                                                          

21 DE SEPTIEMBRE DE 2016

FUE COMO VOLVER AL PARAÍSO, DESPUÉS DE  TREINTA Y CINCO AÑOS SIN COGER LOS PALILLOS, NI LOS TAMBORES Y TAÑERLOS CON RITMO. ASÍ SE ENCONTRABAN SUS FUNDAS, CON UN DEDO DE POLVO, PERO CON EL CONTENIDO INTACTO COMO SI ESTUVIERA MOMIFICADO. Y VOLVIERON A SONAR LOS PARCHES, UNA TARDE EN LA QUE INTENTÉ APLAZAR  DE NUEVO EL REENCUENTRO CON LA MÚSICA.
TRAS LOS PRIMEROS ENSAYOS, ESTAMOS CONOCIENDO  EL CARÁCTER PERSONAL Y LOS ESTILOS MUSICALES DE LOS DEMÁS MIEMBROS DEL GRUPO. A PESAR DE LO DIFÍCIL QUE ES CONFORMAR UN GRUPO MUSICAL DE PERSONAS CON  OBLIGACIONES FAMILIARES Y DE TRABAJO DONDE CONSEGUIR UN DÍA DE ENSAYO YA ESTÁ SIENDO UN RETO A LOGRAR, YO, PENSANDO SOBRE EL TEMA, HE LLEGADO A LA CONCLUSIÓN DE QUE DEBEMOS SEGUIR INSISTIENDO POR VARIAS RAZONES.
LA PRIMERA DE ELLAS ES EL DISFRUTE Y LA CATARSIS QUE PRODUCE EL DESCARGAR LA ENERGÍA QUE LLEVAMOS DENTRO Y ENCIMA PASAR UN BUEN RATO. LA SEGUNDA RAZÓN ES DE OTRO CALADO, PUES OBSERVO QUE CADA UNO DE NOSOTROS VENIMOS DE UN RINCÓN SONORO, Y AL JUNTAR NUESTRAS APORTACIONES ESTAMOS CREANDO ALGO QUE NO ESTÁ VISTO EN EL MUNDO MUSICAL. CON NUESTRA  CULTURA  Y FORMACIÓN  MUSICAL, UNOS MAS QUE OTROS, CLARO ESTÁ, NUESTRAS MELOMANÍAS, NUESTROS GUSTOS, NUESTRO BAGAJE  Y TRAYECTORIA,  APORTAMOS ALGO  QUE ES INUSUAL EN EL MUNDO CONVENCIONAL DE LA MÚSICA DE LOS GRUPOS DE POP ROCK O FOLK ROCK.
GOZANDO DE UN BLUES CON AIRES GAÉLICOS,  SABOREANDO LOS AIRES FOLCLÓRICOS DE TEMAS QUE ROZAN EL ROCK SINFÓNICO, ENTUSIAMÁNDONOS CON ESA EUFORIA CREATIVA DIARIA,  RECREÁNDONOS  CON LETRAS QUE TRANSMITEN HISTORIAS VERDADERAS DE PERSONAS QUE SUFREN O QUE SON FELICES, PONIÉNDOLES UN TOQUE DE GOSPEL,  BEAT O DE POP.
POR SUPUESTO QUE NOS FALTAN HORAS DE PRÁCTICA, A UNOS MÁS QUE OTROS, ENTRE LOS QUE ME INCLUYO, E INCLUSO ES NECESARIO PULIR MUCHOS DETALLES,  ASÍ COMO CONFORMAR DEFINITIVAMENTE LA ESTRUCTURA DE ALGUNOS TEMAS Y MUCHOS OTROS REQUISITOS QUE COMO GRUPO  HAY QUE ABORDAR CON SERIEDAD, A PESAR DE DISPONER DE LA BASE DE LOS SOPORTES SONOROS  Y  LITERARIOS CON LOS QUE CONTAMOS, GRACIAS A LOS FUNDADORES DEL GRUPO.
A PESAR DE LOS ALTIBAJOS E IMPRESIONES QUE CADA UNO TENGA SOBRE LA CONTINUIDAD DEL GRUPO, CREO QUE DEBEMOS DARNOS A CONOCER, PUES LO NUESTRO ES ALGO QUE  NO ESTÁ VISTO NI OÍDO. SÉ QUE NO VAMOS A CONQUISTAR  NINGÚN HUECO  EN EL MERCADO DEL SECTOR, PORQUE HOY  QUEDAN MUY POCAS  COSAS Y ESTILOS QUE FUSIONAR. ADEMÁS NUESTROS MEDIOS SON RELATIVAMENTE ESCASOS Y NUESTRA DISPONIBILIDAD  ESTÁ  BASTANTE CONDICIONADA TAMBIÉN, PERO POR LO MENOS, SI ALGUIEN  DE LOS QUE NOS VEA Y OIGA, SABE ALGO DE  CULTURA MUSICAL, ESTOY SEGURO QUE LE HARÁ CONTARLO A OTROS, Y POR LO MENOS, SI SE HABLA DE NOSOTROS SERÁ PORQUE EXISTIMOS MUSICALMENTE Y HACEMOS ALGO ESPECIAL.                        
SEBASTIÁN TOLOSA  CERNICHARO



sábado, 27 de agosto de 2016

TIPOS DE RISA EN LOS CHATS

TIPOS DE RISA EN UN CHAT: ¡JA, JE, JI, JO, JU!

                No hay nada más sano que reírse en compañía y en directo, compartiendo afinidades, feelings,              complicidades y alegrías, pero hoy día, con las nuevas tecnologías y las redes sociales, la mayoría de las veces no  es posible ver al contertulio, a no ser que  tengas conectada la cámara web. Por ello, tras observar algunos comentarios en la red, he llegado a la conclusión de que hay  varios tipos de risa dependiendo las vocales que combinemos con la letra “j” y las pausas que se hagan mediante comas:

             1.- ¡ja ja ja!: es la  estándar por excelencia y  es la más usada y conocida. Se emplea cuando le has dicho algo gracioso a un amigo o te ha hecho gracia algo y se usa en  la mayoría de contextos. Podemos alargarla  mostrando  una risa que denota carcajadas. Hay que  tener cuidado de no abusar de ella por que el otro contertulio puede mosquearse por creer que te estás burlando de él. Hay una modalidad más larga  ¡jajajajasjsajasjaj! con alguna “s” incluída, que implica la risa a mandíbula abierta.

2.- ¡je je je!: es una risa suave, tímida, y para salir del paso cuando algo te ha hecho gracia pero no en mucha cantidad y en ocasiones puede llegar a ser picarona, ¡je je!. También se utiliza cuando a mitad de tu intervención dices algo gracioso  o crees que lo es. También se usa como risa irónica, ¡je je!

           3.- ji ji ji!: esta es la risa “floja”, traviesa y a veces pillina. Puedes acortarla o alargarla a tu gusto               dependiendo de la intención y situación.

             4.- ¡jo jo jo!: es la risa malvada o de burla. Cuando te hace gracia algo malo que le pasa a alguien, hay que tener cuidado porque el otro se puede mosquear si está presente. También la usan  aquellos que están llenos de soberbia y no ven lo que hay a su alrededor. Como diciendo; soy el mejor.

            5.- ¡ju ju ju! es muy parecida a ¡ji ji ji! Se puede acompañar de  la vocal “a” como cuando te ríes a            carcajadas ¡jua jua jua! 

                 6.- En inglés o alemán es:  ha ha ha ha. A veces, también: he he he (ji ji ji).

             7.- ¡ja! Cuando va sola es peligrosa porque indica que lo que se ha visto, oído o leído, no se cree, ni hace gracia. Es la risa incrédula.

 8.- ¡ja… ja! Haciendo pausa entre las dos risas, indica una risa pillina como  diciendo que te has salido con la tuya o confirmando  la suposición del otro.

                 9.- ¡Sí... ja, ja! No te crees lo que acaban de decir.

               10.-¡ja… ja… ja! Haciendo pausa entre las tres risas, indica que no te ha hecho gracia  ninguna un comentario  o imagen.

                11.- ¡ji ji!  ¡ja ja! Estar de risas, criticando a alguien…
                                                                                                                             Sebastián Tolosa Cernicharo

jueves, 26 de mayo de 2016

CONTEMPORÁNEOS

Estos últimos años el tiempo pasa rápido y las escrituras pasan por la cabeza y a veces no se recogen en el papel. Los avatares del trabajo, de la vida en matrimonio, las obligaciones, los palos que va dando la vida, los sobresaltos y la pérdida de seres queridos hacen que los ratos de sosiego para escribir, sean parcos y breves.


DE CONTINUO - 2012

Estaba contemplando algo extraño,
en la cotidiana salida del Sol.
Solo ante las nubes somnolientas,
desperezándose en la mañana.
Se colaba polvo de oro,
tímidamente entre ellas.
Una brisa levantaba las hojas
que un día me refrescaron la memoria.
Recuerdos de un tronco viejo
 que cobijó un ratón.
Algo me dijo el atardecer;
un día más en la mochila.



OTOÑO DE LIBRO - 2013

Sobre suaves lomas, ocres hojas,

un ocaso,

entre grises, naranja y grana,

un crepúsculo sereno

de otoño.



Tras la recolección, el otoño se apodera de los campos.
Mientras... los pinos, esperan...

que todo se vaya tiñendo de marrones y ocres.





RECUERDOS DE UNA INFANCIA PARVULARIA

                Soy de la generación del  "Baby Boom", nacido en los años sesenta. Por aquellas fechas  funcionaban en Casas Ibáñez varios centros educativos; primero, el Colegio Libre Adoptado Virgen de La Cabeza (instituto en el que se cursaba el Bachillerato antiguo con las  temidas reválidas y el  caduco PREU,  que posteriormente  pasó a ser de BUP y COU),  en segundo  término, el Colegio San Agustín (donde se impartía la clásica EGB,  cuyas dependencias estaban repartidas  entre la  parte trasera de Las Monjas, igualmente en unos locales de las "Casas Baratas", en otro inmueble de la calle Pascual Faura que también albergaba la Biblioteca Municipal y una clase de Educación Especial, más tarde Club de Jubilados y hoy Residencia de la Tercera Edad,  y  por último, a la espalda del citado instituto, la cabecera principal con ocho aulas),  asimismo  existía la Academia de Villena, también las Escuelas Parroquiales, que se encontraban en los locales de la plaza de toros, y finalmente, el Colegio del Convento de las Trinitarias. En concreto, me  voy a centrar en este último, entrañable para mí por las evocaciones que me suscita. Dos fueron los cursos que  aprovechamos en sus instalaciones, rondando los cuatro y los cinco años de edad, correspondientes a la Educación Infantil de la época, para después salir a estudiar desde sus comienzos,  la Enseñanza General Básica.  

                Cada mañana, tras el ligero desayuno y un rápido aseo por el agua tan fría, iba a llamar a mi abuela, que me esperaba para acompañarme gustosa al parvulario, cumpliendo puntualmente con el ritual de ofrecerme, simulando extraer de mi oído, una bolilla de anís, de las que acostumbraba a llevar en los bolsillos como cebo de emergencia. Ante la puerta de madera del convento moteada de clavos negros y bajo una cruz trinitaria que llamaba la atención, todavía tengo reminiscencias del sonido de la campana de la parte superior de la entrada al mismo, que tañía rauda y alegre  todos los días a la hora de la entrada. Al oír aquella música tintineante y aguda que se perdía entre el bullicio de unos párvulos deseosos de entrar,  nos ponía en alerta para ocupar el  edificio, no sin antes  recibir por parte de la monja de turno  el "Dios te salve María..."  al que  contestábamos  con nuestra voz temerosa y a la vez pueril con  un "...sin pecado  concebida". El acceso se hacía en fila y en orden, y ya en el interior, daba una sensación de  limpieza, pulcritud y pureza total, mezclada con el respiro del aroma a leña que se consumía en unas estufas enormes, o por lo menos  a mí me lo parecían,  y que  además  estaban rodeadas por una  malla circular para evitar que los  niños más curiosos comprobaran que aquello quemaba de verdad. Cada uno en su pupitre, tras colocar los abrigos en las perchas, esperaba las primeras palabras de bienvenida de Sor María Pilar... quizás... Leíamos en un libro que conservo con todo el apego, El Parvulito, además practicábamos el alfabeto con unas letras mayúsculas y minúsculas impresas en cartón redondo con fondo blanco que,  al ser mostradas y observadas junto a los gestos de las docentes, todos entonábamos al unísono. También hacíamos copias de "muestras", números, cuentas y dibujos en aquellas libretas encuadernadas en tapas de papel,  grapadas por el centro y con cuartillas amarillentas.

                El régimen disciplinario era el de aquellos tiempos, se advertía un respeto por las sayas, añadido a la sobriedad en la decoración  de las aulas, que tampoco incitaba al jolgorio; pizarras insertas en  los  muros,  escaso polvo de tiza, paredes blancas y algún santo o crucifijo creo vislumbrar en la lejanía del tiempo. El aula de castigo o "cuarto de las ratas" que así lo llamábamos, era un almacén de tocones de madera donde debían pasar la penitencia  aquellos que "se portaban mal". Había momentos de oración en los que se recitaban canciones con  las manos juntas en posición de rezar como,  "Vamos niños al Sagrario, que Jesús llorando está, pero viendo a tantos  niños, muy contento se pondrá..." Me suena lo de la leche en polvo por unos bidones de cartón que había almacenados  tras las cortinas del escenario de la parte  trasera del edificio.  El periodo de receso se atendía en un espacio pavimentado y  agradable con sombras y aromas  que proporcionaban  los frondosos árboles y plantas que allí crecían, por lo menos había uno grandísimo en el centro que nos acogía durante el juego igual que una madre protege a su prole. Los aseos estaban afuera y las monjas nos ayudaban con los engorrosos tirantes abotonados que  te mantenían todo el día el cuerpo y los pantalones sujetos a los hombros. Había otro patio de tierra en el que al fondo había un cobertizo a modo de gallinero donde las hermanas  criaban a sus  gallinas, pollos y conejos para su alimentación cotidiana, allí nos colábamos si veíamos la puerta abierta. Siempre que huelo el desinfectante Zotal viene a mi retentiva aquel porche  en forma de jaula al que estaba prohibido acercarse lo más mínimo.
                          
                Nuestra afición particular era infiltrarnos, aprovechando el trasiego del recreo, para escurrirnos por aquella escalera palaciega ligeramente en curva cuyos escalones tenían el borde redondeado facilitando la bajada al estilo tobogán. Igualmente a la salida, ante el más mínimo descuido, ya estábamos encaramados en la escalinata haciendo el deslizamiento de rigor,  donde,  si la mala suerte te acompañaba, al aterrizar te topabas  con las abarcas de cuero negro de la religiosa, que te esperaba para  echarte el rapapolvo y mandarte a tu casa más derecho que una vela. Acudíamos al cole con una carterilla de "material" con asa, porque entonces las mochilas parecían no haberse inventado. Íbamos ligeros de equipaje; el cuaderno de escritura, el texto de Álvarez, el lápiz  cilíndrico auténtico de color madera que mi padre afilaba con la navaja, un borrador y el almuerzo envuelto en un triste  papel. La vestimenta era igualmente dotada de sencillez, a parte de la indumentaria del babi a rayas; en invierno, una taleguilla de espuma en forma de tubo, un jersey casero de lana y zapatos, y nada más despuntar la primavera, unos pantaloncillos cortos casi a la altura de las ingles, la camisa y calcetines blancos con sandalias eternas.                                                                                                                                                            

                 En  estos días en que se está recopilando información sobre el Colegio Religiosas Trinitarias de Casas Ibáñez me van brotando estas resonancias que vienen en blanco y negro. En definitiva y nostálgicamente hablando, es grata la memoria que conservo de aquel lugar  que olía  a infancia, resinas, alcanfor y goma de borrar, donde el cariño y la felicidad era lo que reinaba.                                                                                                                
                                                                                                            Mayo de 2014             

 Sebastián Tolosa Cernicharo



ALBACETE EN BLANCO Y NEGRO

Años sesenta y setenta, en blanco y negro...  frescor de madrugada...castañas asadas, edificios castrenses, riego de calles con  manguera. Gente con prisa, señoritos, curas, monjas, militares, mutilados de guerra, limpiabotas, botones, porteros y porteras barriendo la puerta, adoquines y sonidos huecos de cascos equinos y galeras. Al bajar de la Requenense...  te aguardaban... la gitana canastera de luto... caramelos y peladillas, un hombre forrado de cuchillos vendía llaveros de navajillas, el olor a churros, y el seco frío te envolvían, obsequios y cajas de cuchifritos en la sala de espera del otorrino, la oscuridad del oculista, el análisis de sangre y orina, y sin música relajante en el dentista. Catedral, Altozano, Paseo José Antonio, Calle Ancha hacia el Parque, Recinto ferial, Plaza de las Carretas, Jardinillos, Pasaje Lodares. La Mayor, calle de los ladrillos, cruce con la Gran Vía, rascacielos Legorburo, ascensoristas,  "iguales para hoy en las esquinas ", plaza y mercado de abastos con campana y reloj. Alto de la Villa. Voces cazalleras... puestos de encurtidos, plátanos en rama, bacalao, gorros y guantes, carretas y motocarros, viejas posadas,  gente de afuera, venta ambulante, churrería de la esquina, chocolate y porras, lugar de tertulia, descanso de viandantes, despachaba la anciana de negro y mandil blanco con puntilla y manguitos, como las de antes. La feria, ilusión, cabalgata de manchegas, bandas de música, peñas, escaparate de pueblos, lo que flota y  lo que no flota, el callejón de la  risa, tigres y anacondas, la mujer sin cuerpo, la noria,  el laberinto, el tiovivo, el gusano del amor y  otras atracciones peligrosas, puerta de hierros. Circo  ruso, Teatro chino, algodón de azúcar,  charlatanes por doquier, vinos, cantinas y tascas, sol y moscas, cargados con regalos de tómbola, horcas o sartenes de los Redondeles, Pincho y Templete. Así era  el grisáceo Albacete... fábricas de harinas, aviones en estampida, mercados Invasores, bufidos de trenes, almorzar lomo de  matanza y una naranja  en el banco de un parque sentados enfrente, escuchando  el rumor de la fuente, mirando la Bicha de Balazote o la Dama Oferente, y visitar Simago, Legorburo, Fontecha y Cano, el estanque de los patos previamente, o  a alguna tía familiar,  ya señora de ciudad, huida por la tangente.   

 Sebastián Tolosa Cernicharo                                                                                              

 Febrero 2015







VAIVENES EN EL ANTROPOCENO

El hombre, ese simio bípedo, primate superior,
ser mágico y dueño de la naturaleza,
gregario por excelencia, pero... de contigo pero sin ti,
individual y solitario por antonomasia,
dependiente, esclavo de sus escenarios y audiencias,
confiado en sus amigos y enemigos,
receloso de los suyos,  de los cercanos embustero,
y que por desgracia...  ya olvidó hace tiempo
las comunidades públicas de su juventud ingenua,
en que todos sabían de todos y nadie de ninguno,
excepto de los claros casos raros.
Hoy, cada uno emprende su camino,
de  granuja solitario y homo sapiens,
donde nada queda oculto en un secreto a voces,
salvo lo que resulta inconfesable...
Y es en esos lugares, con un vidrio en los labios,
cuando se apoya en la barra y  no mira de frente,
donde afloran las maldades y las profundidades,
lo deshonesto y lo infame, las gracias, las bromas y las vanalidades.
Sitios de culto y ocio, rincones de encuentro y negocio,
ermitas de muchedumbre, soledad y desesperación,
donde actúa esta víctima autodepredador.



                                                               Sebastián Tolosa Cernicharo, marzo de 2015




LUNES DE MERCADILLO     -   JULIO DE 2015

Se apresuran los vecinos de los pueblos colindantes a coger la mejor sombra para su vehículo y salir como la bala de una escopeta a florear y adquirir los productos viajeros que se ofrecen en los puestos del mercadillo de los lunes. No solo es eso, se trata de demostrar que están ante una semana más en la que hay que fichar para ver a los amigos y gentes de las semanas anteriores y ponerles al día de sus proyectos o de sus conclusiones. Los oriundos también dejan sus casas temprano para comprar la fruta fresca recién llegada de la lonja y comprobar si ha venido el de Cilanco con los melocotones o el de las lechugas de Jorquera. Y después escarbar entre las ropas trasnochadas de boutique que están a precio de saldo. Tanto los de aquí como los de allá con sus atuendos cotidianos, con sus distintivos... el del sombrerete, la del moño, el del niqui eterno a rayas... se pasean de arriba a abajo y de abajo a arriba alardeando de su individualidad y lanzando al viento sus frases lapidarias y chascarrillos, su cotilleo y dicharacheo.


En definitiva, un escenario de reencuentro semanal, quincenal o mensual dependiendo de la asiduidad de cada uno, en el que comprobamos una vez más que estamos aquí con los pies sobre la tierra y que estamos vivos.




DE SALAS DE ESPERA Y BANCOS DEL PARQUE

Se suelta la lengua
y detrás de ella, la barbarie,
palabras vagas, de desecho,
de usar y tirar.
Conversación basura,
diálogo de necios
en el desierto.
Temas trascendentales
en el abismo,
que despojan a un inocente
en un santiamén.    
                               Octubre de 2015




EL PREGÓN PECULIAR DE UN SENTIR PARTICULAR

Al instante de escuchar atentamente entre la multitud asistente el discurso de  aquella mujer sacrificada, me puse manos a la obra. Agradecí su intervención en  las redes sociales con estas palabras:
 “Una gran lección fue la que nos dio anoche Mari Flor en el pregón de las fiestas de la Virgen de la Cabeza. Si ya se quedó claro con el mensaje de Iñaki el año anterior ensalzando a nuestra patrona en todos los aspectos de la vida desde que tenemos uso de razón, en esta ocasión nuestra paisana ha elevado la temperatura de tal manera, que nuestros corazones se derretían al escuchar sus palabras envueltas en sollozos y transmitirnos su devoción y la idea necesaria de unir la fe al esfuerzo, al trabajo, al sacrificio y a la bondad en esta sociedad a la deriva en que esperamos recibir sin dar nada a cambio. ¡Enhorabuena y suerte!”
Los primeros recuerdos que llamaron a mi puerta fueron aquellas fotos que conservábamos en mi casa mezcladas y sin clasificar en una caja de zapatos, entre las que me encontraba yo, en el centro, cogido de las manos de mi madre y  mi padre en la  verde pradera del parque de la ermita, por la que en aquellos tiempos discurría el pequeño arroyo que manaba de la fuentecilla entre juncos y álamos blancos, y traspasaba la  arbolada carretera por debajo del puente donde antiguamente  había un lavadero improvisado, donde en los matorrales y arbustos se tendían las sábanas blancas que ambientaban el remanso de agua con el aroma a jabón casero.
Mi afición, si se puede llamar así, por la imagen de la Virgen de la Cabeza viene de  la religiosidad de mi padre, que respetaba las fiestas de guardar y recuerdo que en casa de mi abuela paterna tenían siempre un pequeño  altar o capillita donde le rezaban a la Virgen y a otros santos y santas. Además, contaba mi padre que era aficionado a portear a la Virgen en su llegada desde la ermita, pero se fue desengañando porque en la entrada al pueblo la gente se hacinaba entre las andas para llevarla por  las calles centrales y  con el fin de  evitar disputas y al ser un hombre de extrema prudencia, cedía el puesto a los ansiosos y fervorosos presumidos que sin haber sudado ni una gota,  la entraban  por la puerta grande a la iglesia, cuando el verdadero trabajo lo hacían otros que sin  relevo la acercaban al pueblo desde su morada.
Se cerró el ciclo cuando el día de su entierro lo citó postmortem el señor párroco en el oficio de difuntos al contar que le relató que en un viaje  que hicieron juntos había alcanzado la gloria al encontrarse con la virgen verdadera en la ermita de Andújar. Pero todo esto es agua pasada que  no mueve molinos.
Otro caso me ocurrió con mi suegra, que en paz descanse,  que era una gran devota de la Virgen de la Encarnación en Casas de Ves, así como de la Virgen de la Cabeza,  aunque en esto de las vírgenes no debe haber polémica, cada  pueblo tiene la suya y las celebraciones varían poco de un pueblo a otro, con las comidas y almuerzos en hermandad, misas, etc… aunque lo más emotivo venga siendo la entrada triunfal a la iglesia tras venida de la romería. La Virgen es la misma en todos lados, la madre de Jesucristo y la nuestra propia en el cielo.
Siempre veníamos a la romería el domingo y le gustaba oir la misa mayor que se realiza en la ermita a las doce del mediodía, y por supuesto recibirla en la iglesia  por la tarde cuando entre vítores, zarandeos y la marcha del himno nacional  se le llenaban los ojos de lágrimas. La única  queja que salía de sus labios era que  no se acordaban nunca de los devotos  que  no eran de Casas Ibáñez, y ante la frase  --“Ibañeses… viva la Virgen de la Cabeza”,  me miraba sonriente y me recordaba sin decir nada lo fanfarrones que somos. ­­--Y a los demás que nos parta un rayo… --refunfuñaba sin malicia y con una carcajada. Hoy desde hace un tiempo se va teniendo una visión más cosmopolita, una proyección más amplia y se le pregunta a la gente de dónde son. Todos sabemos que desde tiempos remotos acude gente de numerosos lugares con sus ofrendas, lamentos y esperanzas.
La llevaba en el corazón como un ibañés más o  como cualquier persona que sea admiradora de la tradición mariana, en concreto de esta imagen.
La celebración de esta fiesta religiosa la he vivido siempre desde fuera, nunca he sido un santurrón, aunque haya respetado el culto y de vez en cuando oiga misa o visite a  nuestra madre en la ermita. Tampoco me veo portando a nuestra señora en procesión,  ni siquiera trajeado, acompañando a las manolas que lucen bellos mantones y tejas bordadas a mano.
Mi acercamiento a la Virgen de la Cabeza se producía en la juventud cuando estudiaba la forma de poder colocarme en el mundo del magisterio de educación y llevar un régimen de estudio disciplinado y de concentración en las materias de la oposición, alternándolo con  el buen comportamiento en el  actuar correctamente con la gente  que me rodeaba. Era un diálogo constante con esa entidad etérea  e intocable  que me daba fuerza día a día. Además me imagino a aquellos soldados heridos, desarrapados y hambrientos que fueron atendidos en los hogares ibañeses de antaño y que sin olvidar el milagro que les hizo su virgencilla de Andújar, de calmar sus sudores y alimentar el espíritu, no dudaron  ni un momento en entregarla como agradecimiento, desprendiéndose de lo más valioso que tenían, que era el motivo de su fe.  Gran hazaña la de estos muchachos  que es la que nos trae el júbilo día a día en la ermita y las en las celebraciones  anuales.
Cuando te acercas a su rostro frente a frente  y la miras  fijamente para pedirle un deseo o petición, no te irradia la benevolanza que te da una imagen monjil que te dice, --no te preocupes que lo vas a conseguir, sino que, ese rostro moreno de andaluza despabilada y pelo anillado te está comunicando otras cosas, ente ellas, --no creas que por venir aquí lo tienes  logrado, tienes que trabajar duro, ser bueno, practicar el amor con tus semejantes, tener paciencia, contar  con  las dificultades que te vas a encontrar paso a paso, pero te ayudaré si te sacrificas y tendrás tu recompensa, pero no te garantizo nada.
Introduciendo por la ranura el pequeño óbolo necesario, enciendo una vela de estas artificiales que se han puesto de moda para evitar incendios, aunque el olor a cera en las ermitas sea uno más de los ingredientes necesarios con el objeto pedir fuerzas e iluminación para afrontar las dificultades. Y después  te vas a casa tranquilo por haber hablado seriamente con la jefa.
Y llega el día, el último domingo de abril; no tiene pérdida, la  mejor forma de quedar para una reunión, a nadie se le olvida. Estando en la cama de niño nada más romper la madrugada, ya se oían danzar los tractores con los cantares y voces de gente subida en los remolques con los utensilios para pasar una jornada de alegría asando chuletas y revolcándose en la hierba entre los juncos, mientras se oían las campanas de la ermita que volteaban y volteaban sin parar. Hoy ha cambiado el panorama, aunque el programa de actividades sea el mismo, al estar  emulando otras romerías cercanas, el montaje  se prepara con antelación de  dos días, y aquello parece más un asentamiento de los bárbaros que un almuerzo campestre en armonía con los tuyos. Y visitar la ermita, el trasiego de gentes de otros lugares que vienen a orar, a pedir fuerzas, y aspirar  el aroma  a flores que impregna el ambiente que se evapora por los rincones de los altares, a elevar una plegaria a  la madre. Y el reencuentro con aquellos que año tras año solamente los ves en este concreto lugar y en este día singular que  si no lo vives  piensas que  ha pasado un año en balde y parece que no transcurren los años.
El momento cumbre, tras la pausada y silenciosa procesión a ritmo de marcha,  es la entrada de la virgen en el templo con ese paso marcial y balanceo que le caracteriza, al son del himno español, entre la alegría y la llamada catedralicia de la campana mayor combinada con el ligero desafine de la del reloj. Aplausos, vivas, temores, anhelos, lamentos, secretos, que se entrecruzan en las bóvedas ciegas de la nave central, y ¿dónde van a parar? Cada uno lleva su cruz y busca fuerzas para  llevarla en estos momentos  en que todos vamos a una. Pero el culmen de la jornada es el canto del himno de la Virgen de la Cabeza, el pueblo al unísono y acompañado de los compases de la veteranía musical y el empaque de los vientos al son de una canción que combinada con la música surge una oración que es como el padre nuestro ibañés,  para momentos gloriosos, o en los que estás hundido en las miserias del alma, y como colofón,  los vivas sucesivos, en especial el de “Angelete”, al que nadie se adelanta. Y siguen sonando aplausos enfervorizados, tras esa melodía cantada a la que se le escapan matices de marcha militar y rasgos jazzísticos, entre el heroísmo y dramatismo de sus acordes, hasta que nos damos por vencidos y nos vamos a cenar.      
                                                                                                  Abril de 2016

 ¡Viva la Virgen de la Cabeza!