EL OPIO DEL PUEBLO
Cuando Carlos Marx escribió
aquella famosa frase “La religión es el opio del pueblo” seguro que en aquellos
tiempos del siglo XIX tenía razón. Hoy en algunos países y culturas todavía lo
es en ocasiones, para llegar a ensalzarse por la religión en los asuntos de la
vida, de tal manera, que hasta se entrega la vida por ella llevándose otras y
algunos gobiernos la siguen teniendo como herramienta de opresión. Hoy en día
yo diría que aparte de lo que queda de
reminiscencia de estas ideas, todo lo traslado a este mundo y afirmo,
“El fútbol es el opio del pueblo”.
No es raro ver los estadios
llenos a la hora de cenar y es indicio de bienestar el viajar a otra ciudad
vecina o incluso a otro país por presenciar un partido que parece que es lo
último que se vaya a realizar. La euforia, los insultos, las tropelías… son
reflejo de una falta de valores extrema. Además las medidas de seguridad, que
son tan costosas para proteger los estadios y las calles de una manada de insurrectos que se desbocan en
extremo por una simple semifinal. Y los gobiernos están de acuerdo a pesar de
ello; quieren que la gente esté pensando en el fútbol y así, las personas de a
pie se olvidan de lo cotidiano, mientras siguen los tejemanejes en política. A
cambio se da una imagen de tranquilidad, de salud social o deportividad. Pero se oculta todo lo que hay
detrás.
Cuando se emite un partido de fútbol,
se paralizan las ciudades, los pueblos parecen ser objeto de un ataque nuclear.
Solo se oyen los coches de emergencia o sirenas de seguridad, cuatro taxis, dos
ancianos tomando el fresco y algún despistado en bici que se pregunta, ¿qué ha
pasado esta tarde aquí? Si el evento coincide con un concierto o una actuación
cultural de otro índole cualquiera, a
ésta acuden cuatro puristas, casi nadie. Y si lo emiten “de pago” hay que ir a
un bar a vocear como energúmenos y a sacar nuestro lado más primitivo.
En el extremo bueno se encuentran
aquellos que aman el deporte, que lo practican, que se hacen socios de un
club o que acuden a ver los encuentros
con normalidad o los ven en sus casas
con la familia, porque mantenerlo no sale de la nada. También se pueden exaltar porque es algo que lleva
intrínseco por el afán por la victoria.
Además hay otros deportes y aficiones pero no abarcan la magnitud del
fútbol y conservan todavía su lado puro.
Sebastián Tolosa Cernicharo
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