VIRGEN DE LA CABEZA 2018
En la lejanía, los luceros bailan intermitentes;
se acerca la imagen de la Virgen con su lento vaivén,
desde su humilde morada, camino del pueblo,
aguardan pacientes tus hijos, de amor fervientes.
Buscando tu calor de madre que ampara y sufre,
la muchedumbre hormiguea a tu paso por las calles,
mientras la música adorna tu caminar dulce.
Las notas de la banda, que suena lenta, fina, en el corazón;
silencio, pisadas, rumores, miradas, paradas de rigor;
desacompasando con suma argucia; siento emoción.
Asoma la torre iluminada entre el anochecer del abril
fresco,
repique de campanas que anuncian tu inmediata bienvenida,
culminando con tu entrada triunfal en el templo,
himnos, aplausos, anhelos, promesas, lágrimas, deseos y un
“viva”.
Sebastián
Tolosa Cernicharo 2018
UN AÑO MÁS Y JUNTANDO VARIOS
Cuando te crees de otro planeta,
cuando te sientes extraño o que no eres de aquí, cuando piensas que algo no te
gusta porque lo hacen todos y es fruto de la rutina cotidiana de la gente de un
pueblo y lugar. Cuando miras de reojo al vecino porque se arranca a bailar
ensimismado arrastrado por el ritmo en una verbena y te extrañas, porque tú eso
no lo harías… Cuando ves cómo se afana
la gente en llenar el buche ante lo gratis y sientes pena ajena. Cuando ves los
rostros de tus paisanos mayores y de otros no tan viejos, sintiendo la llamada
fervorosa de pedir a una imagen religiosa la paz y el bienestar para él y los
suyos. Cuando ves a la muchedumbre que procesiona con parsimonia por las calles
al paso de una marcha cuchicheando y comparando con otras ocasiones. Entonces,
te preguntas por tu DNI genético y cuestionas tu origen y tu propio destino. Cuando observas los rostros
de perfil de personas que llevas viendo
toda la vida y percibes cómo han evolucionado hacia la arruga, la mella y el
pelo cano, y no te das cuenta de que vas con ellos metido en el mismo saco.
Semblantes que suenan en tu
memoria; voces y timbres característicos de comerciantes, de maestros, de
familiares… que te atendían desde la niñez; el vapor del pan recién sacado…; aromas
florales procedentes de frascos de perfume pegajoso; vestimentas a base de
telas eternas adornados con peinados clásicos; abanicos que lanzan el alcanfor
de las ropas que recientemente han salido del armario; olores y sabores de
guisos, conservas y pucheros; el del
polvo seco de la siega, de la vinaza de
la bodega o de la tierra mojada; tics faciales y andares peculiares; “dejes” dialectales castizos de mescolanza manchega, andaluza
y murciana. Todas estas sencillas cosas acuden a mí en esos álgidos momentos en
que se congrega la multitud y al unísono aplaude el comienzo “forte” de las
estrofas de un himno o vitorea a garganta abierta un icono religioso. En ese
instante cuestionas por qué estás allí también, intentando participar desde el
anonimato, sin ser consciente de que eres visible a los ojos observadores de
los demás. Pero no te puedes quedar encerrado en tu guarida porque la vida pasa
y te lo pierdes.
Sebastián Tolosa Cernicharo, mayo
de 2018
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