A todos nos ha
ocurrido algo parecido al ver Los Pinillos sin esos pinos centenarios que nos
han acompañado durante toda nuestra vida. Son recuerdos de la niñez y de la
adolescencia y juventud, esperando la apertura de la escuela parroquial,
jugando en la fuente, o en el suelo, entre aquellas hormigas corredoras, al guá
o al hincado, sentados con las "guachas" en los bancos hablando de
banalidades, preocupaciones o inquietudes, contando chistes u organizando algún
guateque. Hasta hubo un quiosco de helados.
Además es un lugar de encuentro, para el deporte; las bochas, la pelota a mano
o el futbito; un lugar de alegría acompañado muchas veces con banda de música,
bien a la espera de la apertura de la plaza de toros en sus espectáculos,
acompañar la salida de hombros o del arrastre de los toros camino del
desolladero. También, de la bienvenida primaveral de la Virgen de la Cabeza y
su adiós veraniego, y de las hogueras del Cristo de La Salud que se encendían a
su paso. Fiestas y celebraciones entre las que estaba la del barrio Frontón.
Aun se oye el revuelo diario del matadero y actualmente, el del mercadillo o
del Centro de Día. Un lugar de descanso, al frescor de la tierra húmeda, es lo
que proporcionaba esta pequeña parcela de verdor que tardará en volver a ofrecer.
Y conversaciones acaloradas sobre la recolección, los precios, la política, los
veneros de agua, el tiempo meteorológico y el clima, los cotilleos y las
maldades cotidianas...
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